El 30 de Noviembre es el día internacional contra los trastornos de conducta Alimentarios y más allá de los problemas alimenticios como anorexia, bulimia y obesidad, quería hacer una reflexión sobre cómo influyen nuestras diferentes emociones y nuestra educación sociocultural en la forma de comer. También sobre cómo la alimentación puede ser una forma de ocultar conflictos psicológicos que no sabemos o no podemos expresar. Comer dulces tras una ruptura amorosa, devorar la comida en momentos de tensión o excedernos en las cantidades a pesar de no tener hambre, es alimentación emocional. Vivimos en un país donde toda celebración se planifica alrededor de una comida. Actualmente muchos días comemos sin apetito. Comer es un acto social que realizamos por camaradería o por amistad o por diversas emociones como la alegría, ansiedad, tristeza, aburrimiento. Lo curioso es que cuando se hace por necesidad lo hacemos tan deprisa que no somos conscientes de ello, ni lo disfrutamos.
Desde pequeños nos enseñan a celebrar cumpleaños con tartas y golosinas, vamos al cine con palomitas y nos reunimos a comer una paella, en todos los Santos buñuelos y en semana Santa pestiños, monas, torrijas y no sé cuantos dulces más. Tradiciones de nuestra gastronomía casi impuestas en nuestra sociedad. Pero además nos enseñan que si estás triste se soluciona con un buen helado, la ansiedad la quita el chocolate o te ganas los amigos con donetes y solucionamos los conflictos de familia con una buena pizza. Ahora llega la Navidad, fechas donde no paramos de comer hasta que nos levantamos de la mesa y en cada casa que visitamos no nos permiten salir si no pruebas los polvorones o los almendrados de la abuela. ¿Cómo queremos que nuestros hijos no identifiquen las emociones con la comida? Intento hacer una reflexión sobre cómo realizamos el acto de alimentarnos, el porqué tenemos las madres que estar detrás de un niño para que coma en un mundo en el que la mayor enfermedad es la obesidad, el porqué un adolescente aprende a manejar sus emociones con la comida restringiéndola o con atracones y cómo de adulto ésto puede llegar a dominar tu vida y que tu felicidad dependa de una dieta. Actualmente un niño busca atención y utiliza su comida para conseguir cualquier premio o juego. Aprende a manipularnos cada día con el acto de comer. Reflexionemos sobre qué hay detrás de que un hijo coma o no coma y si la comida es lo importante para no presionarlo e indagar qué emoción le está bloqueando o provoca el descontrol alimentario. ¿No es mucho más importante el afianzar la personalidad de los jóvenes? Lo es, en un momento tan crítico donde sienten que necesitan la aprobación de otros para estar seguros de sí mismos. Necesitan crecer con una buena autoestima y con una buena salud emocional.
Pensemos qué debemos cambiar para realizar una alimentación equilibrada y saludable, sin prisas ni excesos siendo conscientes de lo que comemos y qué cantidad necesitamos fisiologicamente, sin provocarnos daños innecesarios, sobre o infrapesos con sus debidas consecuencias médicas y para deshacernos de los sentimientos de culpa y gula que nos quedan tantas veces tras comer. No hablamos de rigidez, al contrario, disfrutemos de la comida, relajados y diferenciemos las ansiedades del hambre para no generar mayores cargas emocionales. Pero sobretodo debemos actuar para que las emociones afloren al exterior, aprendamos a manifestarlas sin miedo y que no se canalicen mediante la alimentación. Mercedes Marco Presidenta ADABE
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